domingo, 8 de marzo de 2015

Hacerse mayor: tediosa novedad

No sé para quién escribo. No sé quien me lee.
Hace año y medio me sabía los nombres e iconos de mis lectores, y ahora ya sólo recuerdo 2 o 3 vagamente.
Tecleo con la perspectiva de quien ha estado viajando durante años, y que ha tenido la retorcida idea de volver a pisar el pueblo natal, sólo para contemplar la entrada. Sólo para comprobar qué sucede si recuerdo quién era hasta no hace tanto.

Crecer está bien. Pero yo tengo la costumbre de crecer mal. De convertir la pérdida de la inocencia en un trauma. No sé volverme adulto sin apagarme. Aunque esté haciendo lo correcto, adoptar la postura de la edad en la que me encuentro diluye toda mi vitalidad.

Veo cada mañana apagarse la tonalidad de mis colores. Los tonos puros y brillantes adquieren un mate oscurecido más elegante. Es más espeso, más solido. Pero sin destellos de purpurina.

¿no era emocionante crecer? ser joven no tuvo sentido para mi. ¿tampoco lo tendrá convertirme en adulto?
la toma de conciencia de que el jardín de infancia de mi vida ha terminado atraviesa mi alma cada noche cuando cubro mi cabeza con la sábana.

No voy a quejarme. Quejarse no es una opción.
Se apaga otro de mis destellos de  rebelde espontaneidad.

Me perfecciono. Siento mis contornos más pulidos. Pero ha huido toda imperfección. Toda grieta. Cualquier gota seca que creara un relieve inesperado.

Veo mi cara cambiar. Veo mis ojos empequeñecerse, centrarse en mi cara. Veo las mejillas ensanchándose y la barbilla redondearse. Una mañana empiezo a reconocer en mí facciones que siempre habían pertenecido a un familiar, y no a mi. He tomado el relevo.
Y así, una luz más se cobija en una urna opaca.

La temporalidad se ha alojado en mi interior.

Tomo conciencia de la vida y de la muerte. De la belleza del envoltorio en el que se vende la existencia. Como una bolsa de patatas, está medio llena de aire.
Veo pasar a toda mi familia alrededor de la mesa de navidad. Veo cómo se van ausentando personas y cómo las canas invaden las cabezas de otras. Veo empequeñecerse los cuerpos de los que una vez me columpiaron entre sus brazos, y que ahora puedo rodear con una mano.

Veo abrirse el mundo ante mi, y dentro de mi.

Podría dar clases particulares mientras acabo el trabajo de fin de carrera. Mañana empiezo a hacer ejercicio, lo juro. Creo que antes de hacer un máster estaré un tiempo trabajando, por tomar experiencia. No me gusta cómo me sale la barba, no es tupida; iré al barbero a que me la arregle la próxima vez. Mientras trabaje dedicaré el tiempo libre a luchar por ganarme a vida con lo mío, no habrá tiempo de aburrirme. Creo que ya no me identifica la ropa de mi armario...

crecer.

...esta tediosa novedad diaria. Este estar como siempre y no haberte sentido nunca así. Esta sensación de echar de menos lo que no has tenido nunca y sentir que reconoces algo que ves por primera vez.
Aprender a comportarte según con quién estás. Aprender a reír de temas triviales que se ahogan en un café... -mi café, yo que no tomaba café. Aprender a hacerte el entendido delante de un catedrático para defender tu tesis con dignidad y que no se te note el miedo. Aprender a sortear las discusiones y a aceptar las miserias de las personas más bellas.

Maquillaje. Una novedad musical. El bus ha llegado antes de hora hoy. "El periódico sólo está en castellano, señora". "¿Vas a bajar aquí?" "El que tengo al lado en el metro no se ha duchado hoy...". "Quedamos un día y mientras comentamos el trabajo nos tomamos un algo". "La vida es dura, bienvenido al mundo real". "A la que es la novia de Ronaldo ya la ha fichado Antena 3 como presentadora de fórmula 1".

Me hago mayor.

Me hago irremediablemente mayor.

Qué tediosa novedad.